La Orden Franciscana.



ORIGEN DE LAS TRES ÓRDENES

Es común oír decir que San Francisco fundó tres órdenes, pues se lee en el Oficio del 4 de octubre:
Estas tres órdenes -los Frailes Menores, las Hermanas Descalzas y los Hermanos y Hermanas de Penitencia-son generalmente referidas como la Primera, Segunda y Tercera Orden de San Francisco.



El 4 de octubre de 1897 el papa León XIII, por la Constitución Apostólica, reunía cuatro reformas franciscanas: Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos y Recoletos, con la simple denominación de "Hermanos Menores", título que comparten con los Hermanos Menores Conventuales y los Hermanos Menores Capuchinos.












Primera Orden

La existencia de los Frailes Menores o primera orden data propiamente de 1209, en cuyo año San Francisco obtuvo de Inocencio III una aprobación no escrita de la regla sencilla que elaboró como guía para sus primeros acompañantes. Esta regla no ha llegado a nosotros en su forma original; fue posteriormente re-escrita por el santo y solemnemente confirmado por Honorius III, el 29 de noviembre de 1223. Esta segunda regla, como se le conoce usualmente, de los Frailes Menores es la que actualmente se profesa a toda la Primera Orden de San Francisco



Segunda Orden

Se puede decir que la fundación de las Hermanas Clarisas o segunda orden fue en 1212.

En ese año Santa Clara, quien había suplicado a San Francisco que le permitiera abrazar la nueva forma de vida que él había instituido, fue establecida por él en San Damián cerca de Asís, junto con otras doncellas que se habían unido a ella. Es erróneo suponer que San Francisco alguna vez escribió una regla formal para estas Hermanas Pobres y no hay mención de un documento tal en cualquiera de las antiguas autoridades. La regla impuesta sobre las Hermanas Pobres en San Damián alrededor de 1219 por el Cardenal Ugolino, después Gregorio IX, fue reafirmado por Santa Clara hacia el fin de su vida, con asistencia del Cardenal Rinaldo, después Alejandro IV, y en esta forma revisada fue aprobada por Inocencio IV, el 9 de agosto de 1253




Tercera Orden

La tradición asigna a 1221 como la fecha en que se fundó los Hermanos y Hermanas de Penitencia, ahora conocidos como terciarios. Esta tercera orden fue ideada por San Francisco como un tipo de estado intermedio entre el claustro y el mundo para aquellos que, deseando seguir los pasos del santo, estuvieran impedidos, por matrimonio u otros compromisos, de entrada ya sea a la primera o a la segunda orden. Ha habido algunas diferencias de opinión en cuanto a qué tanto intervino el santo en la reglamentación para estos terciarios.

Sin embargo, se acepta en general que la regla aprobada por Nicolás IV, el 18 de agosto de 1289, no representa la regla original de la tercera orden.

Algunos escritores recientes han intentado demostrar que la tercera orden, llamada así ahora, fue realmente el punto de inicio de toda la Orden Franciscana. Ellos afirman que la Segunda y Tercera Órdenes de San Francisco no fueron adicionadas a la Primera, sino que las tres ramas, los Frailes Menores, Hermanas Pobres, y Hermanos y Hermanas de Penitencia, crecieron de la fraternidad de laicos de penitencia que fue la primera y original intención de San Francisco, y fueron separados en grupos diferentes por el Cardenal Ugolino, protector de la orden, durante la ausencia de San Francisco, cuando éste estuvo en Oriente (1219-21). Esta interesante teoría, aunque arbitraria, no deja de tener importancia para la historia sobre el origen de las tres órdenes, pero no ha sido lo suficientemente probada para desmentir el relato más usual descrito anteriormente, de acuerdo al cual la Orden Franciscana se desarrolló en tres ramas distintas, llamadas la primera, la segunda y la tercera orden, por proceso de adición y no por proceso de división, y ésta es aún la perspectiva generalmente presentada.




ORGANIZACIÓN ACTUAL DE LAS TRES ÓRDENES


Primera Orden

Siguiendo a la organización actual de la Orden Franciscana, los Frailes Menores, o primera orden, comprende ahora tres cuerpos separados, llamados: los Frailes Menores propiamente dichos, o tallo madre, fundado como se ha dicho, en 1209; los Frailes Menores Conventuales, y los Frailes Menores Capuchinos, ambos de los cuales crecieron del tallo madre, y fueron constituidos como órdenes independientes en 1517 y 1619, respectivamente.


Todas las tres órdenes profesan la regla de los Frailes Menores aprobada por Honorio III en 1223, pero cada una tiene sus constituciones particulares y su propio ministro general. Las varias fundaciones menores de los frailes Franciscanos siguieron la regla de la primer orden, la cual alguna vez disfrutó de una existencia apartada o casi apartada, se han ya sea extinguido, como los Clareni, Coletani y Celestinos, o se han amalgamado con los Frailes Menores, como en el caso de los Observantes, Reformati, Recollects, Alcantarinos, etc.






Frailes Franciscanos - Hermanos Menores




Franciscanos Menores (OFM)



Origen de la Observancia
La reforma Observante o de la Regular Observancia, versión moderada del movimiento de los frailes Espirituales, comenzó en Italia en 1368, por obra del beato fr. Paoluccio Trinci de Foligno, en la ermita de Brogliano, entre Foligno y Camerino.
A su muerte en 1391, las ermitas y conventitos bajo su jurisdicción eran ya 16, todos ellos en el centro de Italia, entre las regiones de Umbria y Marcas. El beato Paoluccio, sin embargo, sólo fundó el de San Bartolomé de Marano (Foligno); los demás se los había cedido la Orden, es decir, los llamados Conventuales, a cuyos superiores legítimos estaban sujetos.
Las reformas observantes se extendieron enseguida por Italia, Francia, España y Portugal, y fueron reconocidas por el Concilio de Constanza, con la Constitución apostólica del 23 de septiembre de 1415. Con las bulas del 15 de marzo de 1431 y del 11 de enero de 1446, el papa Eugenio IV separó prácticamente a la Observancia de los Conventuales, y la transformó en una especie de orden dentro de la orden, ya que la dependencia de los ministros generales conventuales era simplemente nominal.
La nueva familia franciscana quedó organizada, desde entonces, en dos Vicarías generales, autónomas entre sí: una Cismontana (Italia) y otra Ultramontana (el resto de Europa), ambas divididas en Vicarías provinciales.
Los cuatro pilares que organizaron y consolidaron la reforma observante fueron san Bernardino de Siena, fray Alberto de Sarteano, san Juan de Capistrano y san Jaime de la Marca, animados todos ellos por una sincera voluntad de adaptar genuinamente los ideales de san Francisco a su tiempo. Con el ejemplo, y en virtud de su enérgico y acertado gobierno, la reforma creció y se extendió rápidamente, y empezó a abandonar los eremitorios y a volver a los estudios, imprescindibles para el apostolado popular, misionero, caritativo y social, en el que se distinguieron no pocos Santos y Beatos.

Difícil Convivencia.
Las relaciones con el resto de la Orden no fueron siempre ejemplares. Frente a los Franciscanos Conventuales o Claustrales, que defendían a ultranza una vida estable de observancia de la Regla con mitigaciones, sin las cuales pensaban que no podrían hacer frente al cúmulo de actividades que la misma Iglesia les encomendaba, muchos Observantes no veían más solución que la radical supresión de los mismos, cosa que consiguieron en España y en sus reinos con el poderoso apoyo de los Reyes Católicos y de Felipe II.
La misma intransigencia excluyente mostraron frente a las otras reformas (Villacrecianos, Amadeitas, Alcantarinos, frailes del Capucho, etc.), que defendían su legítimo derecho a observar la regla sin tener que romper la comunión con la Orden. Tampoco ayudaron a mejorar las relaciones los mil y un litigios surgidos en torno a la posesión de los conventos, ya que los Observantes, cuyo crecimiento era imparable, en ciertos lugares, tendían a apropiarse de las casas conventuales, antes que fundar otras nuevas.



Bajo el signo de las divisiones
En ese ambiente de discordia, todos los esfuerzos por re-unificar a la Orden fracasaron, de modo que el 29 de mayo de 1517, con la bula, el papa León X terminó de romper el hilo simbólico que aún mantenía unidas a ambas familias, concediendo a los frailes de la Regular Observancia el primado jurídico de la Orden, que hasta ese momento tenían los Conventuales. En cuanto a las otras reformas, el mismo papa las obligó a unirse a una u otra Orden. En ese momento, los Observantes eran ya 30.000, repartidos en 1.500 conventos. Los conventuales eran otros tantos.
En el siglo XVI, la Observancia ya no es la de antes: no rehuye los estudios, construye grandes conventos e iglesias enormes sin mayores escrúpulos de conciencia.
Nada tiene, pues, de extraño que, apenas un año después de la división, se segregaran de ellos los Frailes Menores Reformados de la Estricta Observancia, aprobada por Clemente VII el 16 de noviembre de 1532, con la bula.
El mismo papa, cuatro años antes, había aprobado también la reforma de los Frailes Menores Capuchinos, desgajados igualmente de la Observancia. Los Alcantarinos, Reformados y Recoletos, aún dependiendo del ministro general observante, gozaban de amplia autonomía, con aprobación de la Iglesia.
Tantas divisiones podrían ser motivo de escándalo para algunos, pero no dejan de ser, en realidad, un signo de la gran vitalidad del árbol plantado por San Francisco, cuyos hijos nunca han dejado de competir, no siempre de la manera más apropiada por alcanzar la meta de la perfección evangélica, estimulados siempre por los ejemplos y las palabras del santo fundador.
Excepto los Capuchinos, que lograron conquistar y mantener su independencia, las otras familias franciscanas reformadas siguieron formando parte de la familia Observante, compartiendo con ellos un mismo ministro general y los esfuerzos apostólicos y misioneros, distinguiéndose, de manera especial, en Hispano américa donde aún son muy numerosos y constituyen una fuerza importante de la Iglesia Católica.



Crisis y Reunificación
Las distintas ramas Observantes también fueron víctimas del ciclón revolucionario europeo de los siglos XIX y XX, pero su fuerte vitalidad interna, la rápida fundación de nuevos seminarios y del Colegio Internacional Romano (1890) para los estudios superiores, la erección de nuevas provincias, la creación de nuevos conventos y la recuperación de los antiguos les aseguró una fuerte recuperación y una presencia aún más numerosa y prestigiosa que antes.
La re-unificación de León XIII del 4 de octubre de 1897 puso fin a la secular división de la familia observante, aunque aún tendrá que intervenir Pío XII en 1940, para hacer frente a ciertas resistencias, debidas, sobre todo, a motivos políticos y nacionales.



Presencia y actividades hoy en el mundo
Hoy, los Hermanos Menores están en todo el mundo y son la fuerza misionera más importante de la Iglesia católica. El 31 de diciembre de 1991 eran 16.008 profesos solemnes (6 cardenales, 9 arzobispos, 92 obispos, 12.492 sacerdotes, 69 diáconos permanentes, 684 clérigos y 2856 hermanos legos). Los profesos simples eran 2153 (1475 estudiantes de teología y 678 hermanos legos) y los novicios, 577, que sumaban en total 18.738 religiosos.
Los Hermanos Menores tienen a su cargo importantes santuarios del franciscanos primitivos, como San Damián, Las Cárceles y la Porciúncula en Asís, la Verna, Araceli en Roma y los santuarios del valle de Rieti.
También tienen bajo su custodia los Santos Lugares de Tierra Santa. El "Ateneo Antoniano" de Roma, con sus facultades de teología, filosofía y derecho desarrolla una amplia actividad científica y cultural. El Colegio S. Buenaventura de Quaracchi (ahora Grottaferrata) es célebre por sus ediciones monumentales de autores y documentación franciscana. Dignos de mención son también la Comisión Escotista y el Instituto Bíblico de Jerusalén, los centros Angelicum de Milán y Antoniano de Bolonia. Pero no todo es cultura. Los Menores también desarrollan una intensa labor misionera y pastoral en multitud de parroquias, iglesias y santuarios de todo el mundo.
El grupo franciscano más numeroso se caracterizan por el hábito marrón o café, que sustituyó al gris tradicional en el siglo XIX, un capucho corto que no baja de los hombros y las típicas sandalias.






Franciscanos Menores Conventuales (OFMconv.)





Los Franciscanos Conventuales son el tronco original de la Orden, del que brotaron las distintas reformas. Ya el 5 de abril de 1250, el papa Inocencio IV quiso tutelar la eficaz labor pastoral de los Menores, declarando "conventuales" sus iglesias, es decir, concediéndoles la misma prerrogativa que las colegiatas. Los frailes, sin embargo, no recibieron tal denominación hasta la segunda mitad del siglo XIV, para distinguirlos de quienes se retiraban en los eremitorios, en busca de una mejor "observancia" de la Regla.
Los religiosos que seguían viviendo en los eremitorios, como en los tiempos heroicos de san Francisco, eran muy pocos. La gran mayoría, es decir los frailes "de la Comunidad" estaban en las ciudades, dedicados a la predicación, los sacramentos y la enseñanza.
Ello supuso la construcción y ampliación de grandes conventos, como los de Asís, Padua, Venecia, Florencia, Bolonia, Ferrara, Piacenza, Parma, Arezzo, Siena, Pisa, Palermo, Viterbo, Nápoles, Vicenza, Friburgo, Cracovia, Colonia, Würzburg, Viena, Praga, Barcelona, Valencia, Sevilla, París, Oxford, etc.
La Orden fundada por san Francisco estaba formada, en gran parte, por hermanos legos, pero, un siglo después de su muerte era una Orden docta y clerical, con decenas de miles de religiosos que servían a la Iglesia en múltiples actividades: pastorales, misioneras, diplomáticas, ecuménicas, universitarias, llegando muchos de ellos a ocupar cátedras episcopales, cardenalicias e incluso papales.



Mitigaciones y tensiones
El mantenimiento de grandes conventos no permitía la observancia de la pobreza absoluta, mas los papas, interesados en mantener los beneficios pastorales que aportaban a la Iglesia, mitigaron con privilegios y declaraciones la observancia de la Regla.
A ello se opusieron grupos de frailes Celantes y Espirituales, partidarios de una pobreza más radical, sin interpretaciones pontificias, hasta el extremo de acusar a la Orden de relajación en el Concilio de Viena (1311-1312) y de negar al Papa el derecho a interpretar la Regla. Fue por ese motivo por lo que el que el papa Juan XXII (1317-1318) acabó condenando a los fraticelli por herejes.
En la misma línea de los Fraticelli, pero con actitudes y comportamientos más ortodoxos, en 1368 nacieron los Hermanos Menores Observantes o de la Regular Observancia, por obra del beato Paoluccio Trinci.
Éstos tuvieron más éxito y fueron creciendo y distinguiéndose cada vez más del resto de la Orden, a veces entre fuertes tensiones, hasta su total independencia (1517). Los Conventuales, mientras tanto, ante la presión de la Observancia, trataron de eliminar los evidentes abusos, pero defendieron y continuaron aquella forma de vida que les permitía desarrollar dignamente las actividades tradicionales que la complejidad de la Orden y la Iglesia requerían.
Conviene recordar que, aparte de Nicolás IV (Jeronimo Masci, 1288-1292) que era Minorita, fueron Conventuales los papas Alejandro V (1409-1410), Sixto IV (1471-1484), Sixto V (1585-1590) y Clemente XIV (1769-1774).
El imparable crecimiento y separación de los frailes de la Observancia provocó no pocas tensiones entre ambas corrientes de la Orden, ya que éstos, no conformándose con los eremitorios, empezaron a ocupar también los grandes conventos urbanos de los Conventuales y a absorber todas aquellas reformas que preferían seguir sometidas al Ministro General Conventual, como signo de unidad y de comunión con la Orden. En España, los frailes Conventuales o Claustrales fueron suprimidos, a instancias de los Observantes, por los Reyes Católicos a principios del siglo XVI, y por Felipe II en 1568.



Separación y Renovación
Cincuenta años antes, el 29 de mayo de 1517, el papa León X, con la bula, había dividido definitivamente la Orden en dos , obligando a las reformas menores a unirse a los Observantes o a los Conventuales. Fue un duro golpe para los Conventuales, que se vieron obligados a ceder la primacía y el título de Hermanos Menores a los Observantes. No obstante, en el siglo XVII y parte del XVIII, los Conventuales, purificados por las pruebas de siglos anteriores, demostraron una gran vitalidad, como demuestra el testimonio de algunos santos y beatos de aquel periodo. Por desgracia, el franco crecimiento de la Orden fue frenado bruscamente por la Revolución francesa, las desamortizaciones napoleónica y de los gobiernos masónicos del siglo XIX y la supresión comunista de las órdenes religiosas en varios países del este europeo.
Todo ello puso en peligro la existencia misma de la Orden. Muchos religiosos se vieron obligados a secularizarse y gran parte de los conventos fueron transformados en cuarteles, hospitales, escuelas, asilos, cárceles y oficinas. Los casi 30.000 miembros con que contaba la Orden Conventual en el siglo XV quedaron reducidos, en 1883, a sólo 1481.
Sin embargo, desde entonces no ha dejado de crecer y extenderse, sobre todo, últimamente en los continentes americano y asiático y en el este europeo, hasta alcanzar el número actual de 4.500 religiosos. Es la rama menos numerosa de la Orden, pero están presentes en todo el mundo.

Presencia y Actividad hoy en el Mundo
La Orden Conventual está actualmente comprometida con la Iglesia en las más variadas tareas de apostolado, que son expresión de su propia razón de ser.
Centenares de iglesias y 19 basílicas -las más antiguas de la Orden- son el campo de acción de una intensa actividad litúrgica y pastoral. La curia general OFM Conv. y los organismos directivos tienen su sede en la Basílica romana de los Santos Doce Apóstoles, confiada a la Orden por Pío II en 1463, después de que la sede anterior, Santa María de Araceli, fuese entregada por Eugenio IV a los Observantes (1445).
El corazón de la Orden es, sin embargo, la Basílica de San Francisco en Asís, con el anejo Sacro Convento, declarado "Cabeza y Madre" de la Orden por el fundador de la iglesia Gregorio IX en 1230, en vísperas de la traslación del cuerpo de San Francisco a la misma.
Los Conventuales tienen también a su cargo la Basílica de San Antonio en Padua, meta de peregrinos de todo el mundo y centro de intensa actividad litúrgica, pastoral, cultural, editorial y caritativa; y la Basílica de la Santa Cruz de Florencia, verdadera joya del arte italiano, Santa María Gloriosa de Venecia; y las iglesias de San Lorenzo de Nápoles y de San Francisco de Bolonia y de Rávena.
Ejercen, además, como Penitenciarios Pontificios en la Basílica de San Pedro del Vaticano y regentan la Pontificia Facultad de Teología de San Buenaventura en el Colegio de Roma, con su filial de Pádua, el Instituto de Teología "San Antonio Doctor" o Colegio San Máximo. A ello hay que añadir el Instituto Teológico de Asís, agregado a la Facultad de Sagrada Teología de la Pontificia Universidad Lateranense. En las últimas décadas la Orden Conventual ha re descubierto su vocación misionera, abriendo nuevas Provincias y Custodias en todo el mundo.
El hábito conventual es el tradicional: túnica y capucho gris con la cuerda. En época napoleónica se cambió al negro, pero hoy se viste de gris en varios países de Europa y en el resto del mundo.


Franciscanos Menores Capuchinos (OFMcap)



Los "frailes de la vida eremítica" o Capuchinos
La tercera gran familia franciscana surgió del tronco de los Hermanos Menores Observantes en 1525, apenas 8 años después de que éstos obtuvieran la total separación y el primado jurídico sobre los Conventuales.
Para entonces los Observantes eran ya varias decenas de miles en todo el mundo y la evolución interna y los fines apostólicos los habían llevado a una situación nueva, muy diferente de los humildes comienzos en eremitorios y pequeños conventos. Era, por tanto, inevitable que alguien, desde dentro, reivindicase el derecho de observar la Regla a la letra, con todo su rigor. Eso es lo que hicieron el joven sacerdote Mateo Serafini de Bascio (1495-1552) y los hermanos Ludovico y Rafael Tenaglia, de la misma familia observante, la cual hizo todo cuanto pudo por re absorberlos y contener la hemorragia.
De nada sirvieron cárcel, fugas y otras peripecias de los primeros tres años: el 3 de julio de 1528, por mediación de la duquesa de Camerino Catalina Cybo, sobrina del papa, Clemente VII les concedió la bula, que marca el nacimiento de la familia Capuchina. Entre otras cosas, el papa les concedió vestir el hábito con capucho piramidal y llevar barba, como signo de pobreza, sencillez y austeridad.
Recibida la bula papal, otros frailes de la Observancia se unieron a ellos, tales como Juan de Fano, Bernardino de Asti y Bernardino de Ochino. En 1536, los "Hermanos o frailes menores de la vida eremítica", que así se llamaban entonces, ya eran 500 y, sorprendentemente, 3.300 en 1571.
Ni la obstinada oposición de la familia de origen, ni la clamorosa defección de su vicario general Bernardino Ochino, que se pasó a la herejía protestante, impidieron que la nueva reforma siguiera creciendo a la sombra de los Frailes Menores Conventuales, a cuya jurisdicción se acogieron antes de conseguir de Pablo V, en 1619, la facultad de disponer de Ministro General propio, con plena autonomía. Para entonces eran ya un ejército de 14.000 religiosos comprometidos en todos los campos del apostolado católico, principalmente en la asistencia a los apestados y en el ministerio de la predicación popular.

Evolución de la Orden
También para ellos, como era previsible, la entrada en masa en el apostolado activo misionero, caritativo-social y -más lentamente- científico, supuso una evolución interna; sin embargo, a lo largo de la historia franciscana, los Capuchinos han representado siempre la línea más rígida y austera. Es más, para evitar fáciles concesiones y contradicciones con la pobreza en cuestión de iglesias y conventos, ellos son los únicos que se dotaron enseguida de una legislación concreta y minuciosa, prescribiendo que "las iglesias sean pequeñas, pobres y honestas... según la santísima pobreza... Y para este fin se ha hecho un pequeño modelo, según el cual se construirán".
Por su apostolado caritativo y social, los frailes Capuchinos han sido siempre bien acogidos por el pueblo, como bien refleja el escritor italiano Alejandro Manzoni, que en su célebre novela "Los novios" alabó admirablemente su capacidad de penetrar en el corazón de las clases más humildes. Por su afabilidad y disponibilidad y por el modo de trabajar y de vivir son conocidos también como "frailes del pueblo".
La Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, pese a su notable difusión en todo el mundo y en tierras de misión, no escapó a los movimientos revolucionarios y a las desamortizaciones de los últimos siglos. Sin embargo, una rápida reorganización de los colegios y una providencial expansión misionera les ha permitido, como a las demás familias franciscanas, una vigorosa recuperación. Además, son numerosos los beatos y santos capuchinos, el último de los cuales, y el más popular de todos, es el Padre Pío de Pietrelcina, canonizado recientemente por Juan Pablo II.



Presencia y actividad hoy en el mundo
Hoy los Capuchinos desarrollan también una intensa labor científica y cultural a través del colegio Internacional San Lorenzo de Bríndisi, que es como su ciudadela de los estudios superiores y universitarios. En su nueva sede se encuentra también ahora el Instituto Histórico de la Orden, que edita los Biblioteca Capuchina", la "Colectanea Bibliographica Franciscana" y otras obras de excelente calidad científica. En el mismo complejo se ha instalado también la rica biblioteca central de la Orden y un museo franciscano único en su género, con más de 20.000 piezas (pinturas, esculturas, cerámicas, monedas, medallas, sellos, grabados, etc.) que dan testimonio de la multisecular historia franciscana en todos sus aspectos.
Los Capuchinos presiden también el Instituto de Espiritualidad promovido por ellos en el Ateneo Antoniano, son Penitenciarios Pontificios en la Santa Casa de Loreto y en la Basílica de San Lorenzo extramuros de Roma y dirigen el Pontificio Colegio Etíope en el Vaticano. Su curia general tiene la sede en Roma, en Vía Piemonte.
Los capuchinos se distinguen por el capucho largo, del que les viene el nombre, por la barba y las sandalias, además de la cuerda característica de todos los franciscanos. El color marrón o café del hábito fue adoptado en los comienzos del siglo XX.








Segunda Orden Franciscana





Clarisas, Concepcionistas, Capuchinas, Anunciadas


Orden de las Hermanas Clarisas (OSC)


En cuanto a la Segunda Orden, o Hermanas Descalzas, ahora comúnmente llamadas Clarisas Descalzas, esta orden incluye a todos los diferentes monasterios de monjas enclaustradas que profesan la Regla de Santa Clara aprobada por Inocencio IV en 1253, ya sea que observen la misma en toda su exigencia original o de acuerdo a las dispensas otorgadas por Urbano IV, el 18 de octubre de 1263 o las constituciones compuestas por Santa(1447) y aprobada por Pío II, el 18 de marzo de 1458. Las Hermanas de la Anunciación y los Conceptualistas son en cierto sentido ramificaciones de la segunda orden, pero siguen ahora reglas diferentes de aquellas de las Hermanas Descalzas.



Santa Clara y las Damianitas
La rama femenina de la Orden de los Hermanos Menores es la Orden de las Clarisas, nacida en la madrugada del lunes santo de 1211, cuando la joven Clara de Asís, perteneciente a una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó a Santa María de la Porciúncula, donde la esperaban san Francisco y sus primeros compañeros para consagrarla al Señor.
Tenía apenas 18 años y acababa de rechazar a dos pretendientes al matrimonio. Al principio vivió algún tiempo con las benedictinas del monasterio de San Pablo de las Abadesas (el actual cementerio de Bastía Umbra) y con las religiosas de San'Angelo di Panzo, en las faldas del Subasio, hasta que se le unieron su hermana Catalina (sor Inés, santa como ella) y otras jóvenes. Juntas se trasladaron, unos meses después, a la iglesia de San Damián, restaurada por San Francisco tres años antes.
Al principio las llamaban "Hermanas Menores", pero a san Francisco no le agradó el nombre y, en 1217, inspirándose en el cardenal Hugolino, protector de la Orden, lo cambió por el de
Señoras Pobres (dominas, damas, dueñas)
San Francisco redactó para ellas unas normas u "observancias", pero el canon 13 del IV Concilio de Letrán (noviembre de 1215) prohibió la aprobación de nuevas reglas, de modo que Clara y sus compañeras tuvieron que profesar la Regla benedictina, que prescribía cosas muy diferentes a lo que ellas querían, como el título de abadesa o la posibilidad de tener propiedades.
Para evitar esto último, Clara obtuvo de Inocencio III (julio 1216) un singular "privilegio de pobreza", por el cual nadie podría obligarlas a tener rentas o posesiones.

Reglas y Estatutos de la Orden
Pronto surgieron en Italia otros monasterios de "Damianitas", es decir, de religiosas que vivían según el modelo del monasterio de "Santa María de San Damián", tales como Vallegloria en Spello, Colpersito en San Severino, Perusa, Florencia, Lucca...).
En 1218 el cardenal Hugolino redactó para ellas unos Estatutos, que estuvieron en vigor, junto con la regla benedictina, hasta que, en 1247, fueron sustituidos por la nueva Regla de Inocencio IV. Pero Clara tampoco quedó conforme y, dos días antes de morir (murió el 11 de agosto de 1253), obtuvo del mismo papa la aprobación de "su" Regla, la primera compuesta por una mujer para mujeres.



Clarisas
La Regla de Santa Clara, sin embargo, fue aprobada sólo para San Damián y fueron pocos los monasterios que la adoptaron. Para eliminar ese inconveniente y dar cierta uniformidad a la Orden, el cardenal protector de las clarisas Cayetano Orsini compuso otra Regla que se llamó de Urbano IV, por ser el papa que la aprobó el 8 de octubre de 1263.
La nueva Regla, inspirada en las de Santa Clara e Inocencio IV, abolía de hecho el privilegio de pobreza, pues establecía las rentas y propiedades como medio normal de subsistencia para las religiosas. Eso provocó una división en la Orden, entre los monasterios que seguían observando la Regla de Santa Clara y las "Urbanistas". Con el tiempo, sin embargo, casi todos terminaron por admitir las propiedades en común, incluido el Protomonasterio de Santa Clara en Asís, que había sustituido al de San Damián poco después de la muerte de la Santa.
Con el tiempo, a las Damianitas y Urbanistas se añadieron otras reformas menores, como las Coletinas (fundadas en Francia por S. Coleta Corbie), las Alcantarinas y las Capuchinas, en medio de una gran vitalidad y fuerza expansiva, principalmente en el Nuevo Mundo y en tierras de misión.
Las distintas ramas de la Segunda Orden franciscana han dado a la Iglesia y al mundo un buen número de Santas y Beatas. Debido a la gran variedad de familias y a la autonomía de que goza cada monasterio, hoy resulta difícil hacer una estadística fiable, pero se puede asegurar que existen por lo menos 800 monasterios, habitados por no menos de 15.000 hijas de Santa Clara.
Al frente de cada monasterio hay una Abadesa y, según la Constitución Apostólica del 21 de noviembre de 1950, la mayoría de los monasterios están organizados en federaciones, según la reforma o grupo al que pertenecen. Eso les ha hecho salir un poco del aislamiento en que habían permanecido durante mucho tiempo y les permite mantener relaciones y ayudarse mutuamente, aparte de lograrse una mayor uniformidad en la formación y en la forma de vida.




Franciscanas Concepcionistas




La dama portuguesa Santa Beatriz Meneses da Silva (1492) era hermana del beato Amadeo, confesor de Sixto IV y fundador en Italia de la reforma franciscana de los Amadeítas. A mediados del siglo XV abandonó la vida de corte y se retiró al monasterio de Santo Domingo el Viejo, de Toledo. En 1484, con unas amigas, funda un monasterio dedicado a la Inmaculada Concepción en unas casas ofrecidas por la reina Isabel la Católica.

Al principio era una austera comunidad cisterciense, con hábito blanco, cordón franciscano y manto celeste, con la imagen de la Inmaculada en el escapulario y en el manto.
Beatriz, que mantenía buenas relaciones con el Vicario provincial y otros frailes de la Observancia castellana, murió en 1490, sin haber consolidado su fundación. Hubo disensiones entre sus compañeras y acabaron agregándose a las benedictinas de San Pedro de las Dueñas, de Toledo. Alejandro VI, con la bula del 19 de agosto de 1494, declaró extinguida la Orden en el monasterio, ordenando que en adelante se siguiese la Regla de Santa Clara, conservando el hábito blanco con capa azul, el oficio divino y demás rezos, según lo dispuesto por Inocencio VIII.
El monasterio podrá fundar otros monasterios, que gozarán de los privilegios del de Tordesillas y las religiosas dependerán directamente de los franciscanos. Promotora de todo esto, según la bula, es Isabel la Católica, muy devota al misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen.
Con el traslado a San Pedro de las Dueñas aumentaron las discordias, pues a ninguno de los dos grupos agradaba el nuevo régimen.
En 1500, una vez más tuvieron que intervenir los frailes observantes para salvarlas de la ruina. En 1505, Cisneros, ya arzobispo de Toledo, ordenó su traslado al convento de San Francisco de Toledo, recién arrebatado a los conventuales, y obtuvo la confirmación del papa Julio II, con la bula el 19 de febrero de 1505. Con su ayuda y con la protección de la Reina Isabel, la nueva familia franciscana se difundió con extrema rapidez.
Muchos eclesiásticos y seglares se ofrecían a fundar conventos. El 14 de julio de 1508, el custodio observante de Murcia obtenía del papa el paso a su jurisdicción de los conventos concepcionistas fundados en su demarcación. Con semejante entusiasmo se propagó la nueva fundación por la dilatada provincia castellana. Directa o indirectamente, Cisneros intervino en la fundación de Torrijos, Maqueda, Talavera, Escalona, Oropesa, Puebla de Montalbán, Ciudad Real, Guadalajara, Escariche, Pastrana, Fuentelencina y Madrid. Por iniciativa de otros surgieron los de León, Cuenca, Olmedo, Usagre, Granada, Almería, Guadix, Carmona, Sevilla, San Juan de la Palma, Calahorra, Puerto de Santa María, Valladolid, Cabeza de Buey, Villasana, Priego, Pedroche y Daroca.
Las concepcionistas se constituyeron en Orden el 17 de septiembre de 1511, cuando Julio II, a instancias del rey Don Fernando, les aprobó una regla propia, que no era sino la de santa Clara, con el privilegio de poseer en común y ciertas mitigaciones en los ayunos, a la vez que se establecía una clausura férrea y se hacía hincapié en la naturaleza contemplativa de la nueva orden. El texto de la regla y de las primeras constituciones (1514) fue redactado por fray Francisco de los Ángeles Quiñones, vicario provincial de Castilla y futuro ministro general de la Orden, ayudado por Cisneros.
Características principales son: pobreza en común, hábito blanco con capa azul, clausura perpetua, dependencia de los franciscanos de la Observancia, con quienes tendrían en común un mismo cardenal protector. En 1520 León X les hizo extensibles todos los privilegios de las Clarisas.
La nueva Orden se extendió rápidamente por España y Europa, y luego por los países de América, con una vitalidad sorprendente. Entre las santas y beatas concepcionistas destaca la venerable sor María de Jesús de Ágreda (+ 1665), consejera de Felipe IV, que mantuvo con ella correspondencia secreta durante 22 años. Su obra más conocida es la "Mística ciudad de Dios", donde relata la vida de la Virgen María, centrándose principalmente en la vida interior y mística de la Madre de Cristo.
A las concepcionistas no les faltó su reforma, las Concepcionistas Descalzas, por obra de sor María de San Pablo, fundadora en Madrid, en 1604, del famoso monasterio de las Descalzas Reales.
Actualmente la Orden cuenta con 165 monasterios, la mitad de los cuales, 85, están en España, agrupados en 7 federaciones. También están presentes en Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guinea Ecuatorial, México, Perú y Portugal.






Hermanas Franciscanas Clarisas Capuchinas





Orden de las Hermanas Franciscanas Clarisas Capuchinas
Las divisiones y reformas de los franciscanos de la primera Orden se reflejó también en la orden de las Clarisas, que dependían espiritualmente de ellos. De ahí que, pocos años después del nacimiento oficial de la Orden de los Capuchinos (1525), surgiera en Nápoles el primer monasterio de clarisas capuchinas. Su origen fue un hospital de incurables de Nápoles, fundado por la noble viuda española María Lorenza Longo.
Los primeros capuchinos llegados a la ciudad se hospedaron allí y se hicieron cargo de la dirección espiritual de la comunidad de terciarias franciscanas que lo atendían.
En 1533 la dirección cayó en manos de San Cayetano de Thienne, fundador de los teatinos, que dio al grupo un marcado acento contemplativo y obtuvo de la Santa Sede para ellas la aprobación canónica con el nombre de Hermanas Franciscanas de la Tercera Orden, mientras María Lorenza establecía una clausura rigurosa.
En 1538, San Cayetano las confió al cuidado de los capuchinos, que no eran ajenos al nuevo rumbo que tomaba la nueva fundación. Y el 10 de diciembre del mismo año Pablo III confirmaba la erección definitiva del monasterio bajo la Regla de Santa Clara, poniéndolo bajo la dirección de los capuchinos, por expreso deseo de la fundadora. Una disposición pontificia limitaba el número de monjas a 33, por lo que fue llamado popularmente el monasterio "de las Treinta y tres".
La característica principal de la nueva Orden de las capuchinas será "la estrictísima observancia de la regla de santa Clara": máxima pobreza, austeridad, estricta clausura, sencillez fraterna e intensa vida de oración.
Para lograrlo, sor María Lorenza adoptó las Constituciones de santa Coleta, completándolas y sustituyéndolas en parte con algunos puntos de las Constituciones de los capuchinos. La veneración general de que fueron objeto desde un principio fue la causa de que la nueva congregación se extendiera enseguida con nuevas fundaciones en Italia (Perusa, Gubbio, Roma, Milán y en el mundo.)
La primera fundación fuera de Italia fue la de Granada, en España, donde Lucía de Ureña (+1597) fundó las Capuchinas Mínimas del Desierto de Penitencia. En 1599 Ángela Margarita Serafina Prat fundaba en Barcelona otra comunidad, "conforme a la regla y estatutos de las monjas capuchinas de Roma y Granada", como se decía en el decreto de erección.
A finales del siglo XVII eran ya 24 monasterios en España. En 1665, un grupo de capuchinas fundaba en la ciudad de México, extendiéndose la reforma rápidamente por todo el país. Y desde Madrid llegaban a Lima (Perú) en 1713 y a La Antigua (Guatemala) en 1725. En Francia, entre el 16013 y el 1619 surgieron monasterios de capuchinas en París,Marsella y Tours, de donde salieron para fundar en Lisboa en 1665, a petición de la reina de Portugal.
Siendo monasterios autónomos, tenían gran variedad de usos y observancias, hasta que, en 1610, el Procurador general de los capuchinos Jerónimo Castelferretti revisó las constituciones de Nápoles, que fueron adoptadas por numerosos monasterios de Italia y España. Otras obtuvieron constituciones propias aprobadas por sus obispos o por breve pontificio. Hoy la Congregación cuenta con más de dos mil religiosas y unos 150 monasterios
Entre sus miembros destacan la fundadora, que murió el 21 de diciembre de 1542 en loor de santidad, y la estigmatizada Santa Verónica Giuliani (1660-1727), con su voluminoso diario donde relata sus experiencias espirituales, que la convierten en una de las mayores místicas contemplativas de la Iglesia. Recordamos también a su discípula la beata Florida o Fiorita Cévoli (1685-1767) y a la beata María Magdalena Martinengo (1687-1737), prodigio de penitencia y austeridad.



Clarisas Capuchinas Sacramentarias o de la Adoración Perpetua
Las Clarisas Capuchinas de la Adoración Perpetua son una rama de la orden anterior, compuesta por 25 monasterios que comparten los mismos orígenes y espiritualidad. La diferencia es que se dedican, por encima de todo, a interceder y a realizar el fin más noble de la comunidad de orantes que es la Iglesia: glorificar a Dios a todas horas en nombre de toda la humanidad, sobre todo con la participación activa en la Celebración Eucarística, que se prolonga en la Adoración, ofreciéndose a sí mismas en favor de todo el mundo y de las necesidades de la Iglesia.



Terciarias Franciscanas Capuchinas (TORCap)
Además de las clarisas capuchinas, están afiliadas a la orden de los Hermanos Menores Capuchinos las Capuchinas de Frances, pequeño grupo de 23 hermanas que viven en 4 monasterios y las Capuchinas de la Tercera Orden Regular, con unos 16 monasterios.
También hay Capuchinas fruto de la reforma homónima masculina. Se trata de aquellos conventos femeninos de la tercera orden regular franciscana (TOR) de entre los siglos XIV y XVI que, en base a las Constituciones de la Orden, se convirtieron en Terciarias Capuchinas, con autonomía propia.
Entre ellas destaca la reforma iniciada en Suiza, por Elisabeth Spitzlin, que se extendió a otros conventos. A partir de 1958, 15 conventos de terciarias capuchinas, sometidos a la visita del ministro provincial capuchino o al obispo diocesano, se unieron en la Federación de Santa Clara, que en 1965 contaba con 573 religiosas y con 209 en el 2003. Se dedican principalmente a la vida contemplativa, a la elaboración de hostias y ornamentos litúrgicos y a la catequesis. En 1888, 1965 y 1967 fundaron varias misiones y conventos en América Latina y en África.



Tercera Orden


Orden Franciscana Seglar (OFS)

Orígenes de la Orden Franciscana Seglar
En tiempos de San Francisco ya existían asociaciones seglares de tipo penitencial, muy variadas y sin conexión entre ellas, surgidas, por lo general, a la sombra de hombres santos, monasterios, canónigos o movimientos religiosos. También los movimientos evangélicos o pauperistas, católicos o no, contaban con este tipo de rama secular, e Inocencio III aprobó la forma de vida de algunas de ellas, como los Humillados de Milán (1201) y los Pobres Católicos (1212).
Los Penitentes, por tanto, ya existían individual y corporativamente, antes que San Francisco fundara el Orden de los Hermanos y Hermanas de la Penitencia, que así se llamó en un principio. Él mismo y sus compañeros, antes de la aprobación de la Regla, se autodenominaban "Penitentes de Asís". Por tanto, no puede decirse que él fuera el fundador de todos, aunque sí de aquellos que, animados por el ejemplo y la predicación suya y de sus hermanos, quisieron llevar una vida más austera y evangélica, sin abandonar sus casas y sus compromisos familiares o laborales.
Puesto que la predicación de los hermanos menores consistía en exhortar a la conversión o "penitencia", no es de extrañar que pronto surgieran en torno a ellos un núcleo de seglares deseosos de vivir como penitentes en sus propias casas.
La idea de fundar la Orden franciscana seglar parece que le vino a Francisco a raíz de una predicación en Cannara (1212), cuando muchos de sus habitantes, hombres y mujeres, querían marcharse con él. Según el autor del Anónimo de Perusa, muchos casados decían a los hermanos: "Tenemos esposas y no nos permiten abandonarlas, Enseñadnos, pues, un camino para poder salvarnos". Y fue entonces cuando "fundaron una Orden que se llama de Penitentes, y la hicieron confirmar por el sumo Pontífice".
Que San Francisco fundó la Orden de los Penitentes o Terciarios lo dicen todas las fuentes primitivas, empezando por fray Tomás de Celano, el cual, al describir poéticamente en su Vida Primera (1228-29) los primeros frutos de la predicación itinerante del Santo y de sus compañeros, añadía que “por todas partes resonaban himnos de gratitud y de alabanza, tanto que muchos, dejando los cuidados de las cosas del mundo, encontraron, en la vida y en la enseñanza del beatísimo padre Francisco, conocimiento de sí mismos y aliento para amar y venerar al Creador.
Mucha gente del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y legos, tocados de divina inspiración, se llegaron a San Francisco, deseosos de militar siempre bajo su dirección y magisterio. Cual río caudaloso de gracia celestial, empapaba el santo de Dios a todos ellos con el agua de sus carismas y adornaba con flores de virtudes el jardín de sus corazones. ¡Magnífico operario aquél! Con sólo que se proclame su forma de vida, su Regla y doctrina, contribuye a que la Iglesia de Cristo se renueve en los creyentes de uno y otro sexo, y triunfe la triple milicia de los que se han de salvar”. Y concluye: “A todos daba una norma de vida y señalaba con acierto el camino de salvación, según el estado de cada uno".
Poco después, fray Julián de Spira (1232-1235) veía en las tres iglesias restauradas por Francisco el signo de las tres Órdenes que él fundó, dando “ley” a cada una, y explicaba que “la primera quiso que el nombre de Hermanos Menores fuese, en medio están las Pobres Señoras, y Penitentes de uno y otro sexo abraza la Orden Tercera”. De la Orden de los Penitentes dirá en otro momento que “no es de mediocre perfección, y está abierto a clérigos y laicos, vírgenes y continentes y casados, y comprende, para su salvación, a ambos sexos”.
También la Leyenda de los Tres Compañeros relaciona las tres Ordenes fundadas por él y confirmadas cada una “en su momento, por el sumo pontífice" con las tres iglesias que restauró, y con la Santísima Trinidad, de la que el santo fue muy devoto. San Buenaventura, por su parte, dice que "numerosas personas, inflamadas por el fuego de la predicación, se comprometían a las nuevas normas de penitencia según la forma de vida recibida del hombre de Dios"; y explica que dicho estado de vida estaba abierto a clérigos y seglares, vírgenes y casados de ambos sexos y que fue San Francisco quien determinó que se llamaran "Hermanos de la Penitencia".
El mismo cardenal Hugolino, siendo papa, escribía a Santa Inés de Praga en junio de 1238 y hacía referencia a las tres Órdenes fundadas por el santo, entre ellas "los colegios de penitentes".
Hasta nosotros ha llegado el llamado "memorial de propósitos" una Regla de la Orden de los Hermanos y Hermanas de la Penitencia que se dice comenzada en el año 1221. Que fue fundada por san Francisco ese año lo confirman el beato Francisco de Fabriano en la segunda mitad del siglo XIII, y la Crónica de los XXIV Generales en el s. XIV. Así pues, lo más probable es que la decisión de fundar una orden para seglares la tomara Francisco en 1221, durante la celebración del capítulo general o de las esteras, de acuerdo con los ministros y demás religiosos. Probablemente fue entonces cuando se dio el visto bueno al proyecto, dejando para más adelante la redacción de un memorial o regla, en espera de que el santo y el cardenal Hugolino pudiesen elaborarlo juntos, cosa que se hizo, según parece, el verano siguiente, en Florencia.
La intervención del cardenal protector de la Orden, futuro papa Gregorio IX, en la redacción de la regla para los Penitentes está confirmada por algunos testimonios. Fue el mismo Hugolino, según la Chronica Minor” de un fraile de Erfurt, quien “dió confirmación pontificia a las dos órdenes que Francisco había fundado, la de las Pobres Damas consagradas y la de los Penitentes, una orden esta que abraza a ambos sexos y a clérigos, casados, vírgenes y continentes”.
Y el bien informado biógrafo de Gregorio IX decía que "en el periodo en que fue obispo de Ostia, Hugolino instituyó y llevó a término las nuevas Órdenes de los Hermanos de la Penitencia y de las Hermanas Reclusas". Y añade: “Y también guió a la Orden de los Menores, cuando esta se movía con paso vacilante, elaborando para ellos una nueva Regla y dando forma, de ese modo, a aquel movimiento aún informe, designando a San Francisco como ministro y jefe”.
Hoy nadie pone en duda que el cardenal Hugolino, protector de la Orden, ayudó de manera decisiva a San Francisco a dar un orden jurídico a la segunda y a la tercera orden por él fundadas.
Los penitentes franciscanos, considerados "Hermanos y Hermanas de la III Orden de San Francisco" por Gregorio IX poco después de la muerte del Santo, experimentaron enseguida un notable crecimiento junto con los hermanos Menores. El 18 de agosto de 1289, el papa franciscano Nicolás IV, con la bula, les dió una nueva Regla, que estuvo en vigor durante siglos, hasta que León XIII la actualizó con la bula del 30 de mayo de 1889.
Después del Concilio Vaticano II, en un clima de mayor compromiso y de mayor autonomía, reconocida a las organizaciones seglares comprometidas especialmente en la vida cristiana y en el apostolado, con la aportación de destacados terciarios de todo el mundo, se redactó la Regla actual, que el papa Pablo VI aprobó con la bula del 4 de junio de 1978.
La Tercera Orden Franciscana, o la Orden Franciscana Seglar, como hoy se llama, ha dado la Iglesia un gran número de Santos y Beatos. Entre los literatos, artistas y científicos que han dado su nombre a la Orden conviene destacar a Giotto, Dante, Palestrina, Perosi, Galileo, Galvani, Volta, Cristobal Colón, Lope de Vega, etc., todos personajes que, haciendo honor a San Francisco, han dado testimonio de su gran intuición de hacer asequible a todos su estilo de vida religiosa.





En relación a los Hermanos y Hermanas de Penitencia o Tercera orden de San Francisco, es necesario distinguir entre la tercera orden secular y la tercera orden regular.


Secular. La tercera orden secular fue fundada, como hemos visto, por San Francisco, alrededor de 1221 y abraza a personas devotas de ambos sexos que viven en el mundo y que siguen una regla de vida aprobada por Nicolás IV en 1289, y modificada por León XIII el 30 de mayo de 1883.

Incluye no sólo a los miembros que forman parte de fraternidades lógicas, sino también a los aislados terciarios, ermitaños y peregrinos.


Regular. La antigua historia de la tercera orden regular es incierta y susceptible de controversia. Algunos atribuyen su fundación a Santa Isabel de Hungría en 1228, otros a la Bendita Angelina de Marciano en 1395. Se dice que esta última estableció en Foligno el primer monasterio Franciscano de monjas terciarias enclaustradas en Italia. Existe certeza que a principios del siglo quince existían comunidades terciarias de hombres y mujeres en diferentes partes de Europa y que los frailes italianos de la tercera orden regular eran reconocidos como una orden mendicante por la Santa Sede. Desde alrededores de 1458 éste último cuerpo ha sido gobernado por su propio ministro general y sus miembros toman votos solemnes.


Nuevas Fundaciones. Además de esta tercera orden regular, propiamente llamada así, y de manera muy independiente de ella, un gran número de congregaciones terciarias Franciscanas -tanto de hombres como de mujeres- han sido fundadas, más especialmente desde el principio del siglo diecinueve. Estas nuevas fundaciones han tomado como base de sus institutos una regla especial para miembros de la tercera orden que viven en comunidad, aprobada por León X el 20 de enero de 1521, aunque esta regla ha sido ampliamente modificada por su constituciones en lo particular, y difiere ampliamente en cada fundación, de acuerdo al fin de cada una.

Estas varias congregaciones de terciarios regulares son ya sea autónomos o están bajo jurisdicción episcopal, y en su mayor parte son Franciscanas sólo de nombre, no siendo pocos los que han abandonado el hábito y hasta el tradicional cordel de la orden.

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